
Colombia en el Festival de Cine de Toronto (Octubre 2009)
Con la presentación anual de 340 películas de más de 60 países, el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF por su sigla en inglés) se ha constituido como el festival de cine más importante de Norte-América y como uno de los tres festivales más importantes del Mundo. Durante la tercera semana de septiembre de cada año, en la cosmopolita ciudad de Toronto en Canadá, se dan cita los más reconocidos talentos artísticos y financieros del mundo del cine, para presentar, ofrecer, evaluar, comprar y vender las mejores obras cinematográficas producidas durante el último año, y activar así la circulación de todo ese nuevo contenido audiovisual, contenido que sin duda va a ayudar a moldear la lógica cultural del planeta.
Desde 1999 ninguna película colombiana había vuelto a ser seleccionada para participar en el Festival de Toronto. En 2009 cuatro obras cinematográficas producidas o co-producidas por talentos, empresas y capital colombianos fueron invitadas al TIFF. Esas cuatro obras ilustran a la vez dos fenómenos fundamentales: el desarrollo que ha logrado el sector del cine en Colombia durante los pasados 10 años; y las diferentes formas de producción audiovisual en el mundo globalizado de hoy.
Las películas colombianas presentadas en Toronto fueron:
“Rabia”, película escrita y dirigida por el experimentado director ecuatoriano Sebastián Cordero, protagonizada por la colombiana Martina García, y filmada en España, cuenta una historia de “amor imposible” entre dos inmigrantes latinoamericanos, un obrero y una empleada doméstica, que quedan condenados a vivir bajo el techo de la misma casa inmensa, pero sin que ella sepa que él está ahí. Una película de alto presupuesto que recuerda los espacios y los temas de Alfred Hitchcock, co-producida por empresas de Colombia, México y España.
“Los Viajes del Viento”, reseñada en esta columna hace varios meses y estrenada en salas de cine en Abril, fue filmada completamente en Colombia, en la Costa Caribe, con actores naturales como representaciones reales de los rostros de los campesinos colombianos, rostros enmarcados en colores de sabanas y desiertos, envueltos en sonidos de música vallenata. Un viaje de aprendiz y maestro a través de los paisajes más bellos de Colombia. Talento colombiano, y recursos y servicios por valor de más de un millón de dólares provenientes de Colombia, Holanda, Argentina y Alemania permitieron crear esta fábula de música y color colombianos.
“Hiroshima” es una película experimental de bajo presupuesto del director uruguayo Pablo Stoll, reconocido en los circuitos de “cine-arte” latinoamericano. Los actores son sus familiares (padre, madre, hermanos, amigos y novias) interpretándose a sí mismos en un estilo de película muda (aunque a color), que narra un día en la vida de un joven despreocupado y errático, el hermano del director. El resultado ha sido una obra audiovisual más bien inaccesible que excluye al público que espera del cine sensaciones intensas y emociones conmovedoras. Colombia aportó el proceso de edición de imagen y sonido de esta película, en la que también participaron empresas de Uruguay, Argentina, y España.
“El Vuelco del Cangrejo” es la opera prima del joven director caleño Oscar Ruiz. Es la historia inconclusa de un hombre que escapa de su pasado y llega a refugiarse al pueblo de La Barra, en el Pacífico colombiano. Allí convivirá con la comunidad afro-colombiana nativa y con los blancos colonos que aspiran a convertir el pueblo en epicentro turístico. Aunque todavía inmadura y fragmentada es una película llena de pasión por ese lugar y sus habitantes-actores. De bajo presupuesto y co-producida con una empresa francesa es casi un documental que muestra un espacio y una comunidad inexplorados en el cine Colombiano.
Estas cuatro películas colombianas, tres de ellas por estrenarse en salas de cine en los próximos meses, son un ejemplo de la nueva configuración del sector cinematográfico en nuestro país, ilustran los complejos procesos de cooperación e internacionalización a los que comienzan a integrarse nuestras empresas audiovisuales, y, finalmente, constituyen el aporte de Colombia, através del cine, a la lógica cultural del planeta.
La crítica a las películas de Dago García señala cómo todas, en su forma y contenido, quedan siempre más al lado de lo televisivo que de lo cinematográfico, y lamenta que el productor esté más comprometido con los facilismos y la rapidez de la Televisión que con el lenguaje más detallado y sutil del Cine (del mejor Cine al menos).
Deja un comentario